Durante mis viajes o mi estancia en Trieste tuve muchas ocasiones de ver a estos personajes pintorescos que acompañan cada trayecto callejero que hago. Aquí en Trieste hay unos cuantos, hay el viejo maniaco que lleva un abrigo largo y piropea a las chicas mientras habla con los conductores de autobús o la vieja loca que se insinúa a chicos jóvenes y atractivos convencida ser una belleza impresionante o también el señor que se ponía debajo de mi ventana a tocar la flauta, entre muchos.
Pero la que me gusta más de todos es una señora llamada por la gente “la condesa” por sus traje de principios del siglo. Me gusta mucho porque representa como una nostalgia para su vida que antes era llena de éxito y galanes. La mujer vestida como una dama, llevaba con mucha dignidad su inevitable decadencia. Me pregunto cómo habrá sido vivir en épocas tan distintas como el siglo XX y el XXI y ser testigo de tantos cambios radicales. Quien sabe que pasaba en la cabeza de esta mujer que paseaba y paseaba con su sombrilla y su traje de seda como si nada hubiera pasado. Como si fuera capaz de detener el tiempo con tan solo ponerse ropa de su juventud.
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