Los meridianos y paralelos, las fronteras y los límites territoriales son divisiones imaginarias que los seres humanos hemos creado para apropiarnos del espacio, al menos en su dimensión simbólica la cual incluye, por cierto, los títulos de propiedad; esto podría deberse, en cierta forma, a la incapacidad de la mente humana para comprender el todo: el todo planetaria, el todo continental, el todo universal pero, sobre todo, el todo de propiedad común. Pensar que un espacio cuyo entorno nos motiva o afecta en el nivel emocional -ya sea por codicia o nostalgia- puede pertenecer a todos los demás individuos que respiran el mismo aire que nosotros, no sólo resulta difícil sino que es, de hecho, inimaginable.
Así pues, nos hemos inventado maneras de segmentar nuestros espacios comunes para poseerlos, y por ahí de paso hemos dividido el planeta arbitrariamente según líneas que informan a qué hora pasó el sol por donde para ajustar nuestros horarios (también simbólicas maneras de dividir el continuum tiempo para hacernos más ¿fácil? el día y la noche).
Cierto es que dividimos el mundo para sentirnos mejor, pero, es cierto también que existen ciertas nociones prácticas que se desprenden de ello, y que poco tienen de simbólicas, una de ellas, y la que más ha atraído mi atención, es la paradoja norte rico-sur pobre. Es altamente significativo que los países tropicales concentran la mayor parte de la riqueza en biomasa a nivel global, pero son estos mismos países tropicales los que conforman el denominado "Tercer Mundo" (tal vez la excepción en lo referente a la biodiversidad en especies sea Australia, si bien es un país sui generis que no forma parte de los países pobres por su alta calidad de vida, pero tampoco comparte los niveles de riqueza del Primer Mundo); mientras tanto, los países templados y aquellos que eliminaron ya sus recursos naturales, ubicados en el norte, ostentan los más altos niveles de vida, la línea ecuatorial, sin duda, marca ahí su importancia a partir de la distinción de esta paradoja.
Bajo esta óptica, y las muchas que podrían ocurrírsenos sobre las condiciones prácticas de nuestras líneas imaginarias, cabe preguntarse, que tan simbólicas son las distinciones territoriales cuando se trata de nuestras condiciones climáticas, ambientales y especialmente poblacionales. Y en sentido contrario, cómo es que un montón de líneas inventadas y pedazos de tierra y pasto puede afectarnos tanto como para ocuparnos de sentirlos como propios, como para cuestionar cuál es el lugar del que huir y cuál el que llamamos hogar.
Me llama la atención que la humanidad entera esté de acuerdo al menos en esto: en nombrar de la mísma forma las líneas imaginarias que nos pudieran hacer comprender el mundo y el paso del tiempo. También me hace recordar que nada de lo que se cree es absolutamente inamovible, es decir hubo un tiempo en que se pensaba que el mundo era plano y entonces las líneas eran otras.
ResponderEliminarConcluyo, quizá de manera precipitada, que la realidad es de quien la nombra. De esto se trata este blog, de nombrar y por lo tanto construir, aunque siempre tenga que haber algo de imaginación... habrá que inventarnos una forma de apropiarse.
Por otra parte, recordé que hay otras formas de TERRITORIO, por ejemplo cuando decimos que un perro marca su territorio al orinar un árbol, o cuando una novia marca su territorio al besar a un chico... Este tipo de señalizaciones no son puramente imaginarias aunque sí de apropiación simbólica...
Me gusta tu forma de escribir!
gracias! Pues justo eso mismo pensé yo, cuando el sol pasa por Greenwich es como cuando el perro orina el árbol, sólo que el horario nos marca a todo...
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