viernes, 10 de junio de 2011

TRES HISTORIAS DE CAFÉ Y UN CAFÉ CON HISTORIA

Por: Kristina Velfu

Cuando nos conocimos yo tenía un café en las manos. Había pasado una mala noche, tenía el estómago estrujado y un frío extraño en los brazos que me tomaba con fuerza como para sujetarme de algo enmmedio de un torbellino.
Estaba en la sala de espera. Sonaba un pitido monótono y constante cada exactamente 5 segundos. Trataba de decirme a mí misma que "nada iba a pasar".
De reojo vi una bata blanquísima. Casi brillante.
Cuando me crucé con los ojos verdosos del portador de la bata fue el momento exacto en que mi café perdió su temperatura.

Una historia comenzó, mientras otra se acababa...

****

Los jueves en el Toks de Taxqueña o en el Vips de División del Norte seis "palomeros", como ellos mísmos se autodenominaban por dedicarse al mismo hobbie de entrenar y competir con palomas mensajeras, compartían secretos, resultados y lecciones de vuelo.

"¿Pasas por mi Napoleón ?, ¿Vamos al café?", "Aquí te espero".
Sólo un día después de ser dado de alta Bos organizaba la siguiente tertulia sin escuchar mis demandas de que esta vez se quedara en casa.

-"Pero tío acabamos de salir del hospital. Por favor cuídate sino cómo me vas a acompañar a España cuando vaya estudiar a la Complutense"

-"Uy hijita, eso ya no lo veré. Pero desde dónde me encuentre te diré de alguna forma - aquí estoy-. Hoy me voy al café."

El mensaje esperado toda la semana llegó ese día.
-"¿Te acuerdas de mí?, ¿Cómo sigue tu tío?"
-Mejor. Ya se va al café con sus amigos.
-"Me da gusto. ¿Y tu sales?"
-"No, yo me quedo. Bos sale más que yo"
-"Qué mal... porque yo te iba a invitar un café"...

La vida


*****
Esa noche quedamos de vernos en la Hija del Jarocho. Diez llamadas para no errar la dirección. Aún así tomé el sentido contrario. Supe que había llegado por el olor a café.

"-No quiero ir. No tiene sentido irme sin Bos.
No quiero dejar a mi gato"

"-No Cris, esto es la vida. Sólo puedo decirte una cosa: ¡Vé!"

La muerte

****
Otoño anaranjado. Invierno azúl.
Ninguna señal. Nada.
El sufrimiento en su sitio habitual.
La primavera, con su epidemia de estornudos, callada y casi indiferente.
Hasta que un día, espontáneamente, en la mitad de la noche, abrí lo ojos y supe, por primera vez en todo este tiempo que nunca volveré a ver a Bos.
No escucharé sus pláticas telefónicas desde mi cuarto y tampoco asistirá los jueves al Toks. Es probable que las reuniones hayan dejado de hacerse. No vino, y tampoco me espera allá.
Sentí caerme en un precipicio, me levanté tambaleante y con un sabor amárgo en la boca casi tan intenso como el de ese día.
Me miré en el espejo y vi en mi rostro todos los días que han pasado desde su muerte. Pensé que los había perdido. ..
...No, ahí estaban, en el espejo, en una expresión más dura y con una delicada tristeza en la luz de mis ojos que aveces se ve opaca y otras veces brilla hasta derramarse.
El silencio.

Esa tarde salí a caminar.
Desde Cibeles por recoletos: Las fuentes, los libreros, el reloj de sol con los signos zodiacales, las petunias rosas... y de pronto:
Decidí quedarme. Había esa temperatura de su habitación: cálida y reconfortante.
Tomé un lugar cerca del piano. Miré la servilleta: "El Gran Café Gijón".
Sonreí algo incrédula. Miré hacia a esquina: seis palomeros "Aquí habrías visto a tus amigos", no puede ser ¿Es la señal?, me dije...

Luego de los aplausos el pianista tocó muñequita linda...

Los hombres de palabra siempre cumplen


3 comentarios:

  1. Las cosas son lo que significan para nosotros...un placer leerte...

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  2. me ha comovido la entrada. Seguro que tu tio sigue tomando cafe en el cielo y esta muy orgulloso de ti. :)

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