Lo inverosímil de lo cotidiano

Con toda honestidad, los locos abundan en las calles, en el centro histórico de la ciudad de México, es posible ver unos cuantos ejemplares de ellos, algunos dan un toque amigable al ir acompañados de sus animales, muestran que -al menos en algún nivel de su humanidad- tienen una clase de respeto por otros, diferentes a ellos; algunos otros locos de este tipo, van por la calle gritando a un ser imaginario, una señora en particular (que por cierto se parece físicamente a una profesora de teoría interpretativa de la facultad en la que me formé) grita a un personaje imaginario ubicado al otro lado de la línea en teléfonos públicos, pero esta señora despierta angustia en quienes pasan junto a ella, por regla general, a mí me despierta compasión por pensar el profundo dolor que le ha hecho enajenarse de este mundo, imagino cuánto debió lamistarla la persona que ahora imagina "al otro lado" del teléfono, por lo que por ese instante disfruto su presencia, me hace sentir humana, me recuerda al menos que cualquiera es susceptible de sufrir una locura semejante.
Estos personajes, sin embargo, se han vuelto tan cotidianos como el tráfico y la contaminación, pasamos sin verlos (o al menos la mayoría lo hace), imponiéndonos su inexistencia, son parte del paisaje urbano, mas cabría reconsiderar que ellos son un ejemplo claro de la sociedad, producto de ella, y todas las riquezas de historias que podrían brindarnos, aunque algo desestructuradas, se queda en el olvido.
Por otro lado, hay una imagen que se ha vuelto igualmente común, el tráfico entre las 10 y las 1300 hrs., y el tráfico entre las 1600 y las 1900...recuerdo que cuando era niña a esas horas la ciudad parecía deshabitada, ahora están llenas las calles de iracundos conductores y transeuntes atolondrados, cómo es que la viva imagen del desmpleo en esta gran urbe pasa inadvertida frente a nuestros ojos?
Otra imagen inverosímil, por su ontogenia, fue la marcha por los derechos de los animales, increíble que una sociedad en apariencia apática hacia la anturaleza, lograra reunir miles de personas en la calle con una razón de fuerza, ajena a los problemas políticos y económicos: el respeto a la vida y la dignididad de los animales no humanos....
En el extremo opuesto encontramos la imagen escalofriante de un ahorcado, se colgó o lo colgaron en un árbol, para mí, una infanta de entonces 13 años de edad, la imagen resultó horrorífica; supongo que en la Edad Media era cotidiano, pero la inercia histórica le volvió un hecho poco común.
Ya para acabar, y no agotar al lector, presento la imagen que más inimaginable resulta: Los mirones. Cuando hay accidentes hay un grupo que rodea al individuo dolorido y maltratado cuando no muerto, es bastante común verlos reunidos en corro en torno a él, pero lo verdaderamente raro de la cuestión, lo que a pesar de su cotidianidad lo vuelvo un hecho increíble es la capacidad de estos mirones de regodearse en el dolor ajeno, su estopor y su avidez, su complacencia, por la tragedia del prójimo. Podría catalogarse como un ansia, una pulsión por encontrar en la pena del otro alguna calma para los apetitos sádicos que de su cuerpo emanan. Simplemente inconcebible....