Como animales gregarios que somos, solemos asociarnos con nuestros congéneres, establecer vínculos más o menos duraderos y mantenernos en manada hasta que morimos; en tanto establecemos relaciones duraderas, llegamos a conocer a las personas con cierta profundidad o con cierto grado de intimidad, para decirlo mejor, y con independencia de cuánto tiempo dure la relación según el lazo afectivo y la etiqueta social, solemos depositar expectativas y sentimientos en las personas.
En general, hay vínculos que por tradición social duran para toda la vida, como en el caso de las comunidades o las identidades étnicas, otros por pura biología están destinados a perdurar, como los lazos consanguíneos, y otros más son por elección personal, porque un buen día decidimos mantener a cierta persona en nuestras vidas, ya sean amigos o parejas, mas con el transcurso del tiempo -en toda relación duradera- aprendemos a conocer, y en ocasiones a desconocer, a aquellos con quienes, sobre todo emocionalmente, nos vinculamos.
Encontramos otros diariamente, nos relacionamos fugazmente con ellos o los dejamos pasar, son mínimas las ocasiones en que la química y el destino realmente nos hacen coincidir, son escasos los eventos que permiten establecer amistades para toda la vida o relaciones de pareja "parasiempre", aunque existen...encontrar es fácil, valorar los encuentros no tanto...
Lo más difícil es, en ocasiones, aprender a desconocer, desencontrarnos para reencontrarnos, adecuarnos a los cambios que aparecen en las relaciones, a las nuevas formas de ser las personas que queremos, pues todos vivimos y experimentamos en el mundo de diferente forma, y eso nos hace cambiar, y quienes se mantienen cerca tienen que aprender a vivir con ello, o decir adiós.
Dejar ir a los que se van será siempre más fácil que dejar ir a los que están, aprender a conocerlos nuevamente es más difícil, quizá, que decir adiós...
"Merry meet and merry part, bright the cheeks and warm the heart"
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