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viernes, 3 de junio de 2011

EL CUERPO DEL PLACER, LA MEMORIA Y EL DOLOR

Por: Kristina Velfu

El cuerpo, objeto íntimo y público. De adoración, flagelación, erotismo y decoración, implica cultura, instinto e intelectualidad. Siempre atrapado en paradojas: sujeto y objeto, natural y social, orgánico y sentimental, mítico y ritual, propio y extraño. Es somático y semántico.

Lugar de las pasiones y las enfermedades. Objeto estético. Masa moldeable, desfragmentada, en construcción y degradable. Máquina perfecta con fecha de caducidad. Lienzo del tiempo y de los tatuadores. Contenedor de alimentos, recuerdos, ideas y fluidos. Espacio entre nuestro interior y el mundo. Concomunica, siente y duele. Es vehículo traidor, enemigo voraz, cómplice perverso y fábrica de ideas.

Del cuerpo dependen o derivan las categorías culturales y estéticas que dan ritmo a la vida en sociedad. La fascinación, el asco, lo sublime y lo perverso. Lo prohibido, lo secreto, lo incontrolable y lo censurado. El cuerpo es el reflejo de las construcción cultural del género. Es modelo de lo que la sociedad reprime o concede sobre la propia naturaleza humana.

No es de extrañarse que la mujer haya ganado "la revolución" al poder controlar su capacidad reproductiva. Aunque, ahora esta "mujer liberada" sea esclava de la exigencia de modificar su cuerpo a voluntad y respetando la moda. Dejar de comer, inyectarse silicon, estirarse la cara, reprimir sus impulsos libidos o rendirse ante ellos, significan las barreras, que se transforman con mayor rapidez que la conciencia femenina.

Los yugos a los que se ata a la mujer posmoderna mutan y se camúflan en una falsa libertad que toca los extremos, que relativiza todo y que se vuelve permisiva en su propio perjuicio. No vienen del exterior, sino de la imagen que tiene de sí mismas pues en la inconografía artística y cutural es siempre observada. Ella no es quien mira sino a quien ven. Esta atenta a su observador, busca el agrado del espectador y su deleite.


Venus de Urbino - Tiziano

Maja Desnuda - Goya

Gisele Bundchen - Mario Testino


La mujer es como la figura mítica azteca de Xipe Totec, deidad de la fertilidad y el sacrificio, cuya piel jamás le pertenece.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Desplazamiento; poquito tiempo y deseos cliché.

Nos movemos buscando algo que ya poseemos, por eso cuando "avanzamos" hacia algún lugar... eso que deseamos cambia; y según yo, el truco está en que simplemente un día empezamos a soñar lo que se sueña en el lugar con el que soñabamos.

Me gusta pensar que coleccionamos pasos, somos fanáticos de los caminos fetiche. Elegimos movernos para ir un poco contra el curso normal del tiempo, correr hacia él o alejarse lo más posible. Todo el sentido del desplazamiento está en esa perspectiva que otorga y que permite poder detenerse en cierto momento y pensar: ahora todo se ve muy claro, el drama no merecía ser drama, el dolor era más pequeño que el mundo, los deseos encastrados ahora se ven tan insignificantes y el sentido de mi vida cabe en la bolsa derecha de los jeans.

Nos cambiamos de entorno por especulación, deseamos aquello que creemos que es. Llegar al lugar real no es tan mágico como imaginar que llegamos; la gente puede sonreír pero no deja de hacernos ajenos, hay que aprender nuevos códigos, reducir las certezas al mínimo y estar dispuesto a hacer el tonto. Viajar es alejarse también de ese que se sabe ser. Reorganizar el mundo, encontrar nuevas relaciones entre las cosas, saber que "el ahora allá es ayer y que el ahorita aquí no existe", y que "la pena de aquí no es lo mismo que la pena de allá". Tengo la impresión de que luego del primer viaje, es imposible dejar de vivir en un eterno Jet Lag.

Viajar desborda, porque pone de manifiesto la caducidad implícita en cada una de las experiencias; y todo lo caduco resulta seductor por ese insignificante dolor de agotamiento presente en el transcurso del gozo mismo.

miércoles, 27 de abril de 2011

Psicogeografía y otras patrañas...

Los humanos somos perfectos creadores de ficciones, nos tomamos el mundo muy en serio, imaginamos experiencias e inventamos límites que un día simplemente comienzan a parecer normales en la memoria y el “sentido común”.

Apropiarnos del espacio se trata más de una cuestión mental que corporal, aprendemos a pensar los territorios con una perspectiva aérea, artificial, y como somos modernos... de preferencia cartesiana; planos, croquis, mapitas, cartinas.

Pero resulta que la naturaleza no es así, los patos y las mariposas se apropian del mundo por cómo se sienten y no por cómo se imaginan que es; las semillitas de diente de león viajan a la deriva de ser necesario la mitad del planeta hasta encontrar condiciones en las que valga la pena reproducirse... nosotros en cambio... nos aferramos a pertenecer a los lugares, damos nombres a los espacios, añoramos, "enterramos el ombligo", construimos identidades nacionales, estatales, lugareñas, escolares, de barrio.

De pronto tengo la impresión de que nuestra verdadera experiencia de espacio está contenida en la dimensión corporal, mi lugar es ese que ocupa mi cuerpo; me pertenece, no tiene que ver con un país, no tiene que ver con un pasaporte o un uso horario, no sólo lo nombro, no sólo lo imagino, no sólo lo construyo mentalmente, lo habito y lo siento.

¿cuántos meridianos me atraviesan hoy?